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Psicología y Espiritualidad

  • Foto del escritor: Carmen Pérez
    Carmen Pérez
  • 8 dic 2020
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 23 dic 2020

“En un principio creía sin duda alguna en la existencia del alma, y después me pregunté sobre el secreto de su naturaleza. Perseveré y me esforcé en la búsqueda del alma y al final encontré que yo mismo soy el portador de mi alma. Me he dado cuenta que aquello en mí que cree, aquello en mí que cuestiona, aquello en mí que persevera, aquello en mí que busca y aquello que encontró, y aquello que fue encontrado al final no era otra cosa sino mí propia alma. Desde entonces he visto a todas las almas como la mía y a mi alma como todas las almas; y que asombro fue cuando me di cuenta de que solo yo era, si es que alguien había; que yo soy lo que existe o lo que lo que ha existido; y que yo seré lo que sea que haya en el futuro. Y no había fin a mi felicidad y alegría” -Hazrat Inyat Khan (Maestro Sufi)
“I first believed without any hesitation in the existence of the soul, and then I wondered about the secret of its nature. I persevered and strove in search of the soul, and found at last that I myself was the cover of my soul. I realized that in me which believed and that in me which wondered, that which persevered in me, and that which found, and that which was found at last, was no other than my soul. Since then I have seen all souls as my soul, and realized my soul as the soul of all; and what bewilderment it was when I realized that I alone was, if there were anyone; that I am whatever and whoever exists; and that I shall be whoever there will be in the future. And there was no end to my happiness and joy.” -Hazrat Inyat Khan (Sufi Teacher)

Uno de mis maestros, Claudio Naranjo, nos dice en su libro Psicología de la Meditación que “la nuestra es una época de encuentro entre Oriente y Occidente, y también una época de encuentro entre religiones, filosofías y escuelas de psicología… encuentro entre ciencia y religión, psicoterapia y educación; un tiempo que nos permite anticipar el surgimiento de una disciplina de crecimiento integral” [1]


El boom en las comunicaciones y la apertura cultural coinciden con el despertar de necesidades espirituales. Ya Abraham Maslow a finales de los años 60’s, en plena revolución cultural, clasifica jerárquicamente las motivaciones humanas en 5 niveles: fisiológico, de seguridad, de integración, de autoestima y de autorrealización, y después de un estudio de las experiencias cumbres, descubre una sexta necesidad: la de ir más allá de uno mismo.


Este nivel superior reagrupa todas las experiencias que sobrepasan a la persona, hacia la trascendencia, y él le llama transpersonal: la necesidad de una vida significativa que, rebasando los límites habituales de la identidad humana, empuja a ponerse al servicio de los demás.


Estamos aquí ya hablando de metanecesidad o Necesidad de Ser. Este nivel es el de la consagración a la realización de los Valores: necesidad de Verdad, de Belleza, de Trascendencia. Es un ir más allá de todos los métodos dedicados a la autorrealización, a la actualización de la persona, al refuerzo del yo. Es lo que se conoce como “el cuarto camino”:


1. CONDUCTISMO

2. PSICOANALISIS

3. HUMANISTA / MOVIMIENTO DEL POTENCIAL HUMANO

4. TRANSPERSONAL


En otras palabras estamos en un nuevo paradigma. Pasamos de una concepción del mundo basado en un fuerte cientificismo y la filosofía positivista que argumentan que la ciencia es el mejor y único medio de obtener un conocimiento valido, a un nuevo paradigma que tiene una visión espiritual.


A una concepción de un mundo que no está formado por objetos materiales separados sino que es una estructura energética fluida, como nuestro cuerpo, en el que existe una unidad subyacente entre el hombre y el universo y hay una conciencia-energía que obra en el universo.


Todo descansa pues sobre la consciencia la cual es el primer fundamento de nuestro espíritu que permite darse cuenta y prestar atención. Esta es la gran revolución. Mediante la psicología (humanista-transpersonal) “el ser humano puede escapar a los condicionamientos del nacimiento, de la infancia y de la educación. Se vuelve al origen y se reconstruye la personalidad y la vida sobre bases nuevas, dándose la oportunidad de una segunda vida. Las psicologías transpersonales permiten acceder a una dimensión interior todavía inexplorada: la de lo sagrado.[2]


Ahora está todo centrado en el viaje interior hasta el fondo del Yo, en la exploración de la meditación y de las experiencias de expansión de la conciencia y del despertar. Sin olvidar que la espiritualidad tiene que estar arraigada en nuestra realidad externa, en nuestra vida, en nuestro cuerpo. Debemos cuidar en no caer en una falsa espiritualidad que no es sino una forma más de enajenación.


La plataforma de la que yo he partido en mi trabajo es la Psicoterapia corporal que tiene sus orígenes en el pensamiento reichiano el cual cuestiona los fundamentos psicoanalíticos. Para Wilhem Reich el inconsciente está profundamente arraigado en la emoción, es la emoción inconsciente la que provoca siempre el estancamiento energético actual. La problemática vital del sujeto no sólo tiene su expresión en la rigidez del carácter sino se plasma en lo muscular; cuerpo y mente constituyen una unidad funcional.


El cuerpo cuenta nuestra historia. Las defensas se estructuran en la rigidez caractero-muscular. Se trabaja directamente con el cuerpo utilizando diferentes técnicas que van desde los actings neuromusculares del análisis reichiano a los ejercicios de la terapia bioenergética. Empezamos a hablar de conciencia corporal; el sentimiento de profundidad que nos da el contacto con nuestro cuerpo nos conecta con la sensación de lo espiritual: de lo sagrado. La apertura al espacio externo, la flexibilidad de la coraza caracterológia nos conecta con “la magia de la vida”.


El reencuentro con el cuerpo es un aspecto básico en el proceso de ampliación de la consciencia.

Al escuchar nuestro cuerpo soltamos la racionalización y regresamos a nuestro ser real. Conectamos nuestra mente con el corazón. Nuestro cuerpo se convierte en una verdadera guía. Al abrir nuestra coraza nos abrimos a experiencias donde la sensación de unidad con el cosmos se convierte en un elemento real.

Me gusta citar a Dürckheim que habla del “doble origen” del ser humano: “uno celeste, el otro terrestre; uno natural, el otro sobrenatural”[3]


Dürckheim nos dice: “Un trabajo sistemático orientado a hacer que el hombre sea transparente al ser, deberá, en primer lugar, ocuparse del cuerpo, por medio del cual el hombre se vincula a la tierra. En una primera etapa, toda práctica tiene como finalidad hacer que el hombre, prisionero de un espíritu racional hipertrofiado vuelva a echar raíces”[4]


Un concepto básico, importante, en la terapia corporal es el concepto de arraigo, desarrollado por Alexander Lowen en 1954, y que define como la facultad de poderse colocar firmemente en el piso con los dos pies, estar anclado y enraizado en el sentir corporal y estar en contacto con una sexualidad sana y plena.


Sin enfocarse hacia el arraigo no existe la posibilidad de llegar a un desarrollo interno profundo ni en la esfera psíquica ni en la espiritual, en el ser humano “civilizado”. El cielo no es más importante que la tierra. Venimos a la tierra a vivir nuestra vida en ella. Nuestro espíritu necesita habitar nuestro cuerpo mientras que estemos aquí. Aunque queramos volar en lo más alto se necesita echar raíces en nuestra “casa terrestre”, que es el cuerpo, no solamente en su parte superior que identificamos con la mente y el aliento sino también en su parte inferior, con nuestras emociones profundas, con nuestra sexualidad.


El espíritu y el cuerpo necesitan hacerse uno para que podamos vivir una vida plena en la tierra.


Si volamos demasiado en lo alto con arrogancia, orgullo, desapego irracional, metidos en conceptos, fantasías, ideales, imágenes del pasado y/o futuro; si estamos inmersos en una espiritualidad falsa sin cimiento en nuestra vida en este planeta perdemos el piso debajo de nuestros pies. Por otro lado si nos dejamos ir demasiado abajo en depresiones, indolencias, auto indulgencia, metidos en un materialismo exagerado y/o en una terrenalidad demasiado cómoda perdemos nuestro espíritu, nuestras virtudes, nuestras aspiraciones altas, nuestra alma. En este caso es como si la gravedad de la tierra tomara demasiado peso dentro de uno.


Necesitamos encontrar el punto entre el cielo y la tierra. Nuestro centro, nuestro arraigo. Un punto móvil en donde encontramos el equilibrio energético entre las fuerzas de nuestro anhelo de ascender y la de la gravedad que nos jala hacia abajo. Estar arraigado significa tener los pies bien plantados en el piso, en la tierra. Estar presente, en el “aquí y ahora”, en contacto con nuestra realidad interna y externa.

Desde la dimensión espiritual el arraigo está vinculado con un respeto profundo, un cuidado, una atención igual a la tierra que al propio ser y a los demás seres que habitan en ella y con la conexión con el ser universal a través del ser individual en el aquí y ahora, en la cotidianidad de la vida terrenal, con congruencia, enraizada en el Ser y conectada con lo Divino.


Unido al trabajo con nuestro cuerpo debemos emprender el viaje interno, a nuestro mundo interno.


Nuestro destino último es volver a conectarnos a nuestro ser esencial.


Nos dice Jung:”Quien mira hacia fuera sueña. Quien mira hacia adentro despierta”. Los caminos son muchos y cada quien encuentra el suyo. Se dice que cuando el alumno está listo aparece el maestro. A mí la luz que me ha guiado ha sido el Pathwork; un camino de auto-conocimiento, de auto-transformación y auto-purificación en todos los niveles de la conciencia. Está basado en 258 conferencias que fueron transmitidas por un Guía, una entidad altamente desarrollada, a Eva Pierrakos.


El Path pone el énfasis en conocer la máscara, o ego, con el que nos identificamos y creemos que somos pero que no es sino una construcción falsa de lo que creemos que tenemos que ser para ser aceptados y amados; en reconocer, aceptar y transformar al ser inferior que son nuestros defectos de carácter y aquellas emociones que son calificadas como negativas, y en contactarnos y permitir que brille nuestro ser superior, nuestra esencia, nuestra chispa divina que contiene los cualidades del Amor, el Poder y la Serenidad divinas.


El pathwork no es dogmático, no nos pide que abandonar nuestras creencias religiosas que nos nutren y dan soporte. No requiere de un sistema de creencias.


A través de una revisión honesta, nos lleva a reconocer y superar los obstáculos internos que no nos permiten vivir plenamente. Nos invita a examinar nuestras creencias y a aceptar la autoridad de nuestro ser verdadero. Nos anima a desarrollar un ego sano.


Nuestra mentees limitada y dualista. Cada nacimiento humano es una entrada a la identidad separada. Nos alienamos de: nuestro propio ser, de los otros seres humanos y de nuestro ambiente.


Al nacer, el bebé no tiene un ego, no distingue entre su ser personal y otros seres, pero sí experimenta la dualidad:


1. plano físico: El hambre, la humedad, el contacto áspero, el frío etc. le son desagradables y conllevan a sentimientos de insatisfacción y dolor. También experimenta calor, ternura, contacto y vive sensaciones de satisfacción y placer. Instintivamente el bebé maximiza las experiencias que le dan sostén y placer a su experiencia física y minimiza las experiencias de dolor e insatisfacción.

2. plano emocional: El niño descubre que ciertos comportamientos y sentimientos suyos producen consecuencias agradables o desagradables en su mundo definido por las reacciones de los padres.

3. plano mental: aprende a aceptar ciertas ideas como correctas y a rechazar otras como incorrectas.

Todo esto nos lleva a ir tomando decisiones fundamentales, ilógicas, basadas en los condicionamientos de la infancia. Huimos del dolor, lo justificamos, lo racionalizamos, lo ignoramos.

Las experiencias físicas se traducen en experiencias emocionales. Dejan una impresión. El niño va diciendo: “así es como mi vida va a ser…” se establece la corriente subterránea. “Así es como tengo o debo ser…” Formamos nuestras defensas, nuestra máscara, nos identificamos con ella. Nos olvidamos de quienes somos.


Estamos separados, de nuestro ser real, del otro, de la divinidad. Creamos nuestro destino. Hay sufrimiento, miedo, culpa.


Hay conflicto entre lo que somos y lo que deberíamos ser según nuestros padres, la sociedad, las enseñanzas. Cuando hay conflicto lo primero que hacemos es culpar al otro, a nosotros mismos, a la situación, al sistema. Culpamos para evitar el dolor. Y cuando esto no ayuda tratamos de “entender”, explicar la situación. Cuando esto no ayuda tratamos de darle un significado más profundo… y cuando esto no funciona comemos, bebemos, vemos la tv, una película, leemos…


Cuando sufrimos ¿cuál es la pregunta que nos hacemos? ¿Por qué? En todas sus formas. La pregunta adecuada sería:


¿Qué tengo que hacer para liberarme del sufrimiento? ¿Cómo puedo ser libre?


Aquí inicia el viaje al despertar…


Dice Bhagavan:

La mente no es tu mente

El pensamiento no son tus pensamientos

Tu cuerpo no es tu cuerpo

El concepto de ti mismo es solo un concepto


Todo sentimiento de ser es falso. Toda identificación con “yo soy eso, o lo otro” es falso. El ego es solo un falso concepto, por eso lo que buscamos es la muerte del ego.


Lo primero que hay que entender es que el concepto de ser es creado por la mente: no hay ser en ti.

La raíz del problema de todos los problemas es la mente misma. La mente no existe como una entidad, solo los pensamientos existen.


Los pensamientos existen separados de ti, no son parte de tu naturaleza.


Si tú eres consciente, los pensamientos se desvanecen porque la consciencia es una energía mayor que el pensamiento.


Con lo único que podemos trabajar es con la consciencia. Es lo que nos puede permitir tener una relación diferente con nuestros padres, hermanos, pareja, amigos. Todos estamos conectados en la consciencia.

La conciencia tiene una cualidad: permite poner atención a lo que está ahí.


Cuando nos volvemos conscientes de lo que sucede en el momento es como si un rayo láser nos golpeara y eso nos da energía y esta se transforma en alegría, aceptación, dicha, crecimiento, compasión-

Tenemos que hacernos conscientes de cuáles son nuestras rutas de escape para quedarnos con la experiencia. (Retraimiento. Sometimiento, agresión/control)


Hay que experimentarnos a nosotros mismos como somos, sin querer cambiarnos; al otro, sin querer cambiarlo. El resultado es gozo en las relaciones. Y eso se transmite al mundo, lo que nos pasa se manifiesta en el mundo.


Nos dice Osho: “Solo cuando el buscador se pierde, la meta se alcanza. Sólo cuando el experimentador ya no está, la experiencia queda”[5]


Yo soy existencia, consciencia, gozo



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Referencias:

[1] Naranjo,Claudio Psicología de la Meditación Ed.Estaciones, 3ª ed. 1992 Argentina p.7 [2] Descamps, Marc-Alain Historia del Movimiento Transpersonal en La Conciencia Transpersonal. Ed Kairos 2ª ed. 2006 Barcelona p22 [3] Dürckheim. Karlfried Graf. El hombre y su doble origen. Ed. Cuatro Vientos. Santiago 1982. p 13 [4] Dürckheim. Karlfried Graf. Hara Centro vital del hombre. Edición Mensajes. Bilbao 1987. p.114 [5] Osho . Tantra. La Suprema Sabiduría, Ed. Tomo Dos S.A. de C.V. México, 1997 p 19

 
 
 

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